“Del dicho al hecho hay un gran trecho” Este es un refrán por el que entendemos que nos vamos a encontrar dificultades a la hora de poner en práctica una acción que, de entrada podría sonar sencilla y asequible. También se refiere a las cosas que decimos pero luego no hacemos, ya sea de cara a otras personas o nos decimos a nosotros/as mismos/as.
En nuestros comportamientos como humanos siempre hay una brecha (abertura, hueco) entre la intención y luego la acción resultante, y por tanto, también ocurre en el ámbito laboral; parece que hay un «suceso» entre la intención y la acción
En las investigaciones de estímulo- respuesta que realizaba el psicólogo Thorndike en el s. XIX, concluía que el aprendizaje se compone de una serie de conexiones entre un estímulo y una respuesta. Según ello podemos concluir que, nuestras respuestas ante las situaciones en el trabajo son aprendidas y que se trata de activar una estímulo, como una orden para que se dé una respuesta. En la actualidad sabemos que sólo con tener un estímulo o una indicación o una intención no es suficiente aliciente motivador para llegar a realizar una conducta, una tarea o conseguir un aprendizaje. Vamos a ver varios ejemplos en el ámbito laboral:
La cosa empieza con que tenemos la intención de hacer algo y nos lo hablamos a nosotros mismos diciendo por ejemplo:
- «Hoy le digo a mi compañero que yo me voy a hacer cargo de una tarea que él hace normalmente, porque creo que se me da mejor a mí y así conseguiremos ser más productivos en el equipo».
- «Cuando vaya a le entrevista de trabajo voy a explicar mis puntos fuertes para que vean lo bueno que soy trabajando y me seleccionen».
- «Voy a organizarme las tareas, después hago el informe y por último respondo los correos que me han llegado; al final de la mañana lo tengo todo hecho y me sentiré satisfecha por haber cumplido»
En todos los casos la intención se muestra en forma de orden o instrucción que me doy a mi misma sobre realizar una acción que tendrá consecuencias buenas para mí.
Los primeros psicólogos conductistas entendieron muy bien la relación estímulo-trespuesta en sus investigaciones con animales, pero con los humanos hay algo más que determina que yo realice la acción o no, hay procesos mentales que intervienen entre la intención y la acción. Si la intención se convierte en acción, es estupendo, lo hemos conseguido y seguimos adelante. Pero, en ocasiones esta orden no se convierte en acción y esto puede suponer un problema para nosotros/as, no sólo porque no conseguimos el beneficio que deseamos, sino que sentimos que no somos capaces de hacer frente a esta dificultad.
Alarma, ¡tenemos un problema! ¿Qué podemos hacer?.
Existen varios modelos de intervención psicológicas que ofrece una explicación sobre estos problemas, y una de ellas es la “Terapia breve estratégica” y “coaching estratégico” que actúa centrado en cómo funcionan los procesos mentales entre la intención y la acción, y que no nos resulta efectivo (y es un problema). Son patrones de respuesta aprendidos para situaciones concretas sobre los que nos proponen identificar primero para ser más conscientes de nuestra forma de responder. Algunos de los patrones manera de actuar disfuncional son:
- Cuando me doy cuenta de que tenía que haber actuado como tenía intención, pero ya es tarde. El ejemplo de la entrevista.
- Cuando me doy cuenta de que es el momento y tendría que decirlo o hacerlo, pero me freno y vuelvo a hacerlo como no quería. Ejemplo de que la persona le quiere decir algo, y al final no lo hace o lo dice de mala manera.
- Cuando seguimos haciendo las cosas como pensamos (razonamos) que hay que hacerlo e insistimos a pesar de que vemos que no funciona. Ejemplo, correos a primera hora y ya ocupo toda la mañana y se me hace tarde para los informes que es lo verdaderamente importante en mi trabajo.
Cuando ya identifico cuál es mi patrón habitual, analizaremos qué es lo que me impide que me saliera como me gustaría. Podemos ver entre los siguientes:
- No sé qué hay que hacer en ese momento o cómo hacerlo, o cómo hacerlo de manera diferente. En el ejemplo de la entrevista, saber explicar mis fortalezas.
- Falta de constancia en hacerlo como debería. En el ejemplo de la conducta de “hacer primeo los informes y luego los correos”, lo hago un día o dos y al tercero vuelvo a lo que hacía antes.
- No soy capaz de gestionar los efectos colaterales. En el ejemplo de decirle algo a un compañero, y no sentirse capaz de soportar después una mala mirada o una respuesta agresiva del otro.
Al ver los ejemplos ya nos damos cuenta que detrás de estos límites o bloqueos que tenemos está influyendo el estado emocional en el que nos encontramos; el miedo, el enfado/la rabia, sentirse mal o querer estar siempre bien haciendo lo que me agrada más.
Entonces para superar el problema tendremos que identificar primero nuestro patrón disfuncional y aprender formas de hacer que si que nos funcionen (y seamos efectivos, funcionales).
El patrón disfuncional de uno de los ejemplos sería: cuando tengo que decirle algo a un compañero, sé lo que tengo que decir, pero me doy cuenta tarde y lo que me impide es que siento que no seré capaz de soportar/manejar lo que me diga después, el querer estar siempre de buen rollo me paraliza y no hago lo que en mis intenciones tenía previsto.
Si volvemos a ver el refrán, “del dicho la hacho hay un buen trecho”, vemos ahora que la moraleja está en que: para obtener un resultado efectivo no sólo hay que tener claras las intenciones, los objetivos definidos qué y para qué quiero hacer las cosas. No me puedo fiar de que con tener intenciones es suficiente para la acción, sino que interfieren en nosotros (y en los demás) diferentes aspectos como son: nuestra capacidad de saber cómo reaccionar ( o no) de la manera adecuada y que no existan bloqueos que nos lo impidan.
Aquí podéis escucharme hablando de ello en el programa SER EMPRENDEDOR en Radio Alcoy-Cadena Ser