Ayer escuché en la radio cómo un colaborador hacía su autocrítica profesional delante de toda la audiencia. De momento me pareció algo humorístico, porque su colaboración la realiza en una sección desenfadada. Pero conforme la escuchaba, me iba dando cuenta de que había algo más detrás.
De primera una capacidad de darse cuenta de que algo no estaba funcionando como él quería; quizás nadie le había dicho nada, pero él sentía que se estaba perdiendo aquella esplendor profesional con la que había llegado a cautivar a sus contratantes y que le había permitido estar ahí. Después una valentía de asumir que sólo él era el responsable de lo que había ocurrido, además de adquirir un compromiso hacia la mejora. Y por último, la forma en que se pone en marcha es haciendo una declaración pública (y además divertida) de que “esto no me está saliendo bien, pero ya tengo un plan para cambiar”. De ahí ya no puede dar marcha atrás.
Ha puesto en práctica su capacidad de autocrítica que le va a hacer aprender, cambiar y mejorar.
Para desarrollarnos profesionalmente, estemos en desempleo o en activo, debemos tener esa actitud de reflexión crítica sobre las capacidades que no tenemos o las que necesitaríamos mejorar. Tenemos que salir de nuestra zona de confort donde ya operamos con lo que tenemos aprendido y lo dominamos con efectividad, en ese “morir de éxito” con el que ya creemos que podemos estar para toda la vida. Dar este paso supone un esfuerzo porque implica una declaración de no saber y para ello hay que ser humildes como aprendices. El beneficio es que con esta actitud, se expande nuestra capacidad de acción, se llega al aprendizaje y a la mejora profesional.
Podemos elegir quedarnos con lo que ya hemos conseguido hasta ahora o seguir más allá. Y tú ¿qué quieres hacer?
Os dejo el corte de la sección en la que este profesional hace pública su autocrítica