Me sorprendió una noticia que leo en los medios de comunicación el 17 de noviembre de 2020: Un satélite español para la observación de la Tierra se ha perdido en el cielo. Este satélite llamado “Ingenio” viajaba en el cohete Vega cuya trayectoria se había desviado y se daba por perdido. Se considera este hecho como un error humano relacionándolo con la incorrecta instalación de los cables en un sistema de control. El Ministerio de Ciencia e Innovación español había financiado el satélite con un coste aproximado de 200 millones de euros.
Lo primero que me llamó la atención de esta noticia es cómo se expresaba este error de manera tan “normal”, pareciéndome que algo tan importante quedara camuflado dentro de un cúmulo de noticias de todo tipo. Después, me impresionó la valoración de un error de este tipo y que supone graves consecuencias en forma de pérdidas de esfuerzo, horas de investigación, ilusiones en el proyecto y por supuesto, el gran perjuicio económico. Y, como evolución de mis pensamientos, me impactó la idea sobre cómo reaccionaría esa persona que había cometido el “error humano”, es decir, sobre cómo estamos preparados para hacer frente a situaciones de este tipo, o incluso menores. Según mi opinión y experiencia profesional, a nadie nos gusta equivocarnos. Cuando cometemos un error, se produce un sufrimiento emocional ya que no se cumple la expectativa que se tenía sobre el resultado de algún hecho, y eso duele.
Hay personas que asumen los errores como un acto más en su vida y que saben calibrar las consecuencias de este error para las futuras acciones; estas personas aceptan con humildad el fracaso, ante una misma y ante las demás. Pero hay personas que tienen tendencia a querer hacerlo todo perfecto, sin equivocarse, sufriendo ante cualquier equivocación que cometen o al anticipar en su imaginación que pudieran tener un error. Viven en una tendencia continua hacia el perfeccionismo.
El perfeccionismo es una construcción personal aprendida en algún momento de la vida basándose en la norma de que “equivocarse está mal” y en frases como: si te equivocas los/as demás creerán que no vales, que eres tonto/a, no querrán trabajar contigo, verán tu inseguridad, serás un fracaso, no te querrán, etc. Como no queremos que nos pase esto, lo que hace la persona perfeccionista es imponerse a sí misma unas auto-instrucciones para sus conductas que dicen: tengo que tener la respuesta correcta siempre, tengo que hacerlo perfecto todo, no confirmo algo si no estoy seguro de ello al 100%, compruébalo todo bien antes de terminar, seguro que puedo hacerlo mejor.
El perfeccionismo es estudiado como rasgo de personalidad en la ciencia de la psicología teniendo en cuenta que éste se produce como resultado de diferentes factores, aunque los más destacados estarían relacionados con las exigencias en el entorno familiar y educativo, el equilibrio emocional de la persona, vivir en entornos sociales que castigan el error. Parte de la importancia de la investigación sobre el perfeccionismo se debe a que nos puede llevar a conductas obsesivo-compulsivas. Además es un constructo bastante habitual en la población “Se estima que entre dos cuartos y dos tercios de la población, independientemente de la edad, podrían presentar perfeccionismo, ya sea adaptativo o desadaptativo” (Kelly y Zuroff, 2013).
En el ámbito del trabajo y por tanto relacionado con el desempeño personal en una actividad laboral, nos encontraremos el perfeccionismo reflejado en formas de pensar o de comportarse como estas:
- Retrasos en las entregas de trabajo.
- Falta de resolución o toma de decisiones.
- Mentir o esconder información.
- Realizar muchas consultas/preguntas al responsable superior.
- Trabajar más horas de lo exigido o tardar mucho en hacer algo.
- Retrasar tareas porque sabes que necesitas mucho tiempo para hacerlas.
- Reclamación de reconocimiento externo.
- Tener problemas al trabajar en equipo.
La cosa se complica cuando la persona valora que no está satisfecha con esta “obligación autoimpuesta de ser perfecto/a” y de ahí pasa a tener sentimientos de culpabilidad y seguramente a los problemas de ansiedad.
Se puede decir que el perfeccionismo es una muestra de rigidez teniendo como base unos pensamientos distorsionados de la realidad, una falsa expectativa de nuestra capacidad de control de las situaciones que nos suceden y la vivencia continua del miedo al fracaso.
Es muy habitual en el día a día encontrarnos con personas perfeccionistas y que adoptan este estilo de respuesta como el mejor posible, pero ya vemos que tiene sus consecuencias negativas si se vive con un rasgo de personalidad o se lleva a una nivel extremo. En estos casos lo mejor es acudir a un/a profesional de la psicología que nos ayude a identificar nuestros patrones de respuesta y poner medios para que se convierta en pensamientos y conductas más saludables y efectivas.
Por mi parte y para las personas que se hayan visto identificadas como perfeccionistas en su trabajo les voy a sugerir tres preguntas:
- ¿El error que yo pueda cometer es peor que el que ha cometido la persona que ha hecho perder 200 millones de euros de la investigación del satélite?
- ¿Realmente lo que hago es tan importante en el universo que si no lo hago perfecto mañana no saldría el sol?
- ¿Por qué todo el mundo puede equivocarse y yo no?
Aquí estoy hablando de este tema en el el programa de «Hoy por Hoy Alcoy» RadioAlcoy-Cadena Ser (Minuto 20:30)