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Los compromisos

A todos nos pasa a menudo que vivimos situaciones profesionales en las que no se cumplen los compromisos y esto nos puede llevar a vivir emociones de resentimiento al no ver consumadas las expectativas.

Según mi parecer una de las causas de que esto suceda puede deberse a que queremos abarcar demasiadas exigencias del estilo de vida actual, la mayoría autoimpuestas por nosotros mismos,  y que hace que incumplamos algunas de ellas por no saber administranos con mayor efectividad. Otro motivo puede deberse a que se haya desvalorizado el honor personal referido al respeto al otro, no entendido como “ser educado” y “considerar las diferencias”, sino que cuando se incumple una promesa, se pone en juego el respeto, la consideración hacia las necesidades, inquietudes o expectativas del otro. Otro motivo es el no saber decir que no ante una petición, de manera que se establece un acuerdo superficial que se incumple y aparece el miedo para reconocerlo. Lo que no admito como pretexto o excusa es el que no hayan medios suficientes para avisar con antelación del incumplimiento de una promesa.

Sea el motivo que sea la persona a la que se le ha prometido algo, espera ese algo y cuando no se cumple esa entrega, emana en ella una emoción negativa reflejo de la sensación de injusticia vivida. Cuando el acto del incumplimiento de lo prometido ya ha ocurrido, no podemos volver hacia atrás y la persona que ha visto incumplida una promesa que le había hecho puede responder de alguna de estas formas:

  •  Manteniendo el resentimiento en silencio: acusando al otro sin afrontarlo  directamente. En este caso las acciones con la otra persona se ven afectadas de forma negativa y muchas veces afectando a su entorno.
  •  Haciendo una  recriminación o queja: culpando al otro y avasallando con juicios, desahogando la rabia. Lo que encontramos por respuesta es un rechazo de nuestra interpretación y una oleada de juicios que llevan a una recriminación mutua y la relación se deteriora.
  •  Realizando un reclamo: haciendo ver al otro que se ha incumplido la promesa y que es momento para pedirle que haya una reparación de daño que se ha hecho. Si el otro lo acepta, se aclaran las circunstancias que nos ayudan a consolidar la relación, se considera cerrado el reclamo y se disuelve el resentimiento. Si no lo acepta puede ser que tengamos aún cosas que aclarar u ofrecernos para reparar la falta; también puede ser que nos replanteemos la relación de confianza en esa persona. En cualquiera de estas dos formas, se ha abierto la posibilidad de solucionar el suceso y la intención de mantener la relación.

¿Cuál suele ser tu estilo de respuesta?

En las relaciones humanas no podemos evitar que no surjan estos malentendidos, aunque sí podemos prevenirlos a través de la formulación de promesas más claras en cuanto a su contenido y su forma.

Según Fred Kofman la persona que honra con sus compromisos tiene la virtud de la integridad, es decir que “sólo promete aquello que se propone cumplir, cumple con lo que promete y, si por alguna razón, uno descubre que no podrá cumplir su promesa en tiempo y forma, avisa cuanto antes, se disculpa y se ocupa diligentemente de minimizar los perjuicios causados”.

 

Como acompañamiento musical para seguir reflexionando este tema, dejo este vídeo


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