Entre las preguntas y comentarios que me hacen las personas que están buscando trabajo están:
Ya he enviado curriculum a todos los sitios y no me llaman, no sé si lo estoy haciendo bien, cuando voy a una empresa me dicen que no hay nada para mí…
Esperan recibir una respuesta como si estuvieran en el ambulatorio ¿qué remedio me da usted para que se me vaya este mal? Y es cuando empezamos la labor de la orientación, en aclarar en qué consiste ese mal y cómo poner el remedio que le permita seguir adelante en su trayectoria profesional. De antemano ya aviso que no tengo la fórmula mágica, ni la medicina perfecta pero sí puedo ayudarte a encaminar tus esfuerzos (porque hay que hacerlos) hacia unos resultados más satisfactorios.
Para hacer esta investigación, el profesional que está en búsqueda de trabajo, puede empezar por analizar su situación actual teniendo en cuenta sus capacidades y características personales, y de ahí concretar las posibles salidas laborales: yo tengo esta capacidad, por lo tanto puedo desempeñar estos puestos de trabajo.
La otra opción está en pensar los trabajos que hay en el mercado y ver cómo se ajusta en cuanto a los perfiles que demandan las empresas: estos son los trabajos que hay, esto es lo que me piden y de eso, qué puedo hacer yo.
En ambos casos la actividad de búsqueda de trabajo se realizará en base al ajuste persona-puesto de trabajo, aspectos establecidos en unos perfiles profesionales y que adolece del dinamismo que se requiere para conseguir las posibilidades laborales actuales y futuras.
Actualmente cuando hablamos de “probabilidades de éxito en la búsqueda de trabajo”, la mejor referencia nos la va a dar el valor que nos atribuyen como profesionales que somos. Cuando ofrezcamos nuestra capacidad para realizar el trabajo, nos tenemos que fijar en si lo que ofrecemos tiene un valor real en el mercado; o sea, que si a alguien le va a interesar lo que vamos diciendo que sabemos hacer.
¿Y cómo podemos convertirnos en un profesional que interese a alguien?
Pues identificando primero qué necesidad o problema existe en ese sector, empresa o tipo de actividad y pensando después de qué manera lo podemos solucionar aprovechando lo que tenemos en nuestro bagaje profesional y personal. Como profesionales tenemos algo que ofrecer al «mercado», pero la validación la hace el “cliente”.
Con esta perspectiva, las acciones de búsqueda se convierten en estrategias para ofrecerme como profesional con una propuesta encaminada a solucionar al otro lo que necesita; luego veríamos qué relación laboral estableceríamos (por cuenta ajena o en colaboración).
De nuestra parte está el pensar: primero, si lo que ofrezco tiene valor para alguien o en algún lugar; y segundo, si mi forma de demostrar este valor, es la adecuada.
También podemos crear nuevas formas de cubrir la necesidad en los demás. Hasta hace unas décadas nadie pensaba que necesitaríamos un administrador/a de fincas y ahora es una opción más en el mercado, lo mismo que el teléfono móvil o las comidas para llevar. Se trata de utilizar la creatividadcomo una máquina que puede hacer que tengamos trabajo en el futuro.
Cuando hablo de promover esta actitud de dar valor a mi profesionalidad me estoy refiriendo también a los profesionales que actualmente tienen trabajo: ¿Qué le aporto a la empresa para la que trabajo? ¿Qué podría aportar de más o de mejor a mi cliente actual o a mis futuros clientes? El cuestionamiento del valor como profesional debe ser continuo para saber en qué y cómo actualizar nuestras versiones como profesionales.
Como dice Fernando Trías de Bes (economista especializado en marketing)
Cuando alguien me explica su negocio, yo le pido esto: “Dime en una frase por qué crees que te van a comprar a ti y no a otro”. Eso es valor. Si no puedes verbalizarlo, no estás generando valor.
¿Cuál es tu valor cómo profesional en la actualidad?